Trepando entre los árboles

Subimos las escaleras, sentía como la culpabilidad emergía dentro de mí.
Edward caminaba delante de mí y todavía tenía mi mano cogida de las suyas.
Llegamos a su habitación y él se colocó delante de la enorme cristalera, me adelanté un paso y le rozé cariñosamente el hombro:
-Siento mucho lo que dije, yo no pretendía...La voz se me apagó, intenté no acordarme de todo lo que había pasado en la cocina, me impedí a mi misma dejar que ese pensamiento fluyera de nuevo por mi mente.
Él reaccionó, me tiró de la mano para que me pusiera a su lado, luego me sostuvo el rostro entre las suyas y me susurró...

Cantidad de envíos : 335 Fecha de inscripción : 30/06/2009

No es culpa tuya. Le susurré. Lo cierto es que era yo quien quería disculparme por el absurdo comportamiento de Rosalie, no había sido nada cortés.
Rosalie nunca se ha comportado así. Ignórala, yo lo hago. Me quedé unos instantes pensando y añadí: No comprende que estés aquí. Di un paso hacia atrás, mirando distraidamente la ventana.
¿Te gustaría dar un paseo... por los aires? Sonreí abiertamente. Correr, trepar y saltar era lo que más me gustaba hacer en mi tiempo libre, y con Bella, todo sería perfecto.

Asentí ante esa afirmación, yo sabía que no se había comportado del todo bien conmigo pero en mi interior surgía una culpabilidad innecesaria por lo que había dicho.A él no le gustaba ese tema en particular y yo lo sabía mejor que nadie.
Cambió de tema y yo se lo agradecí, porque no quería hablar más de lo ocurrido:
-¿No te irás a convertir en murcielágo, verdad? Pregunté riéndome mientras me colocaba de nuevo a su lado y miraba hacia la cristalera.
Eché un rápido vistazo a su semblante por si le había molestado mi peculiar broma, me miró con esa sonrisa que tanto me gustaba, no pude evitar sonreírle también.
Me pegué un poco más a él y seguí su mirada, una gran arboleda se extendía a nuestros pies como si de gotas de lluvia se tratasen.
Intenté recomponer mi rostro que seguramente reflejaba cierta sorpresa...

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Puse los ojos en blanco ante su broma y me reí.
Agárrate fuerte mono-araña. Me carcajeé.
Me quedé esperando a que se subiera a mi espalda pero eso no sucedió. Me giré lentamente y la observé.
¿No subes? Sonreí mientras le ofrecía mi mano. Ella me miró insegura pero después me cedió su mano. Acaricié su rostro que estaba apoyado junto al mio, miré hacia delante y salté.
La velocidad para mi era un placer. Podía correr con total seguridad porque sabía que no me iba a chocar.
Salté de árbol en árbol, después corrí velozmente y al fin llegamos a mi claro, a nuestro claro.